Ana se inclinó hacia delante y le rozó la manga, como tranquilizándolo.
- Gracias -dijo-, sabía que querías decirlo. Y no hay nada que temer. Nuestras vidas privadas no pertenecen al rey.
- Habláis como una buena Mendoza -dijo Vélez, pero no parecía totalmente tranquilo-. Y esperemos que no tengáis que poner e prueba vuestra teoría de las vidas privadas.
- No hay modo de ponerla a prueba -dijo ella divertida-. La vida privada no se somete a pruebas públicas.
- Querida, querida Ana. ¿Tengo que empezar a rezar por vos? ¡Santa inocencia!....
Esa Dama / Kate o'Brien
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