jueves, 3 de mayo de 2007

Placer perdido

Aquellos días echaba mucho de menos a Antonio. Él la había hecho adentrarse en el placer; le había enseñado tarde todo el arte, lo grande y lo pequeño, del amor recíproco. Agradecida, había aprendido a contar con su placer y ahora tenía los nervios alterados; la potente luz del día, las noches oscuras, estrelladas, la herían.


Esa Dama / Kate O'Brien

Vida privada

Sus ojos volvían a reflejar angustia.

Ana se inclinó hacia delante y le rozó la manga, como tranquilizándolo.

- Gracias -dijo-, sabía que querías decirlo. Y no hay nada que temer. Nuestras vidas privadas no pertenecen al rey.

- Habláis como una buena Mendoza -dijo Vélez, pero no parecía totalmente tranquilo-. Y esperemos que no tengáis que poner e prueba vuestra teoría de las vidas privadas.

- No hay modo de ponerla a prueba -dijo ella divertida-. La vida privada no se somete a pruebas públicas.

- Querida, querida Ana. ¿Tengo que empezar a rezar por vos? ¡Santa inocencia!....



Esa Dama / Kate o'Brien

El Pecado

El pecado, después de todo, era cosa corriente; y quizá también otros sintieran en ocasiones que la parte más absurda del pecado es nuestra incapacidad de comprender nuestros propios motivos. «Pero una parte de la repugnancia hacia nosotros mismos debe ser -pensó- que la llevamos solos; tenemos que aprender a vivir con ella en silencio y a la vez continuar siendo las personas que nuestros semejantes conocen y con los cuales trabajan».



Esa Dama / Kate O'Brien

Ser uno mismo

Se rió y la besó. Ana sintió el inevitable placer que nacía entre ambos y lo recibió de buena gana. Sin embargo, su espíritu le decía a la vez que incluso la sensualidad y el pecado, cuando se permitían a regañadientes y tarde, debían revelar algo más, a parte de que era una pecadora tan natural como cualquier mujer, una amante vulgar, satisfecha y satisfaciente. La razón le decía que la vida privada, por muy benevolentemente que se considere, debe consistir en algo más que en el lugar común de cualquier calle o cualquier cama.

«Todavía debe haber una razón -pensaba Ana- para ser uno mismo, y esto no lo es. Sufrimiento quizá, conflicto o fé, o una disputa o una prueba de algún tipo».


Esa Dama / Kate O'Brien

Vergüenza

- ¿Piénsalo bien...! Los colmillos del león, el griterío de la brutal muchedumbre, la mirada plebeya fija en tu agonía de muerte y en tus miembros despedazados, tu nombre degradado, tu cadáver sin enterrar, la vergüenza que pretendes evitar ineludiblemente ligada a ti por siempre.

- ¡Deliras...! Tú eres el loco. La vergüenza no es el resultado de la pérdida de la estima ajena, sino de la que nos debemos a nosotros mismos.


Los últimos días de Pompeya / E.G. Bulwer-Lytton